e Amelia del Castillo - Las aristas desnudas

De LAS ARISTAS DESNUDAS
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(...) Las aristas desnudas, libro de hondo contenido humano, enriquece la trayectoria poética de esta poetisa cubana que escribe siempre desde la vivencia, la meditación, la veracidad y la entereza...

Ana María Fagundo



VÓRTICE

Empieza el hombre en fuego y para en ala.
José Martí


IRREMEDIABLEMENTE

Duele
al hombre el día cada día,
la herida siempreabierta,
los dientes de la angustia,
el pan que lo esclaviza,
el puño, el vientre,
y para más dolerse
le duele el corazón que se ha negado.

Duele
al hombre saberse junco al viento
sin tener ni fuerzas para el grito
ni voz, ni asombro, ni palabras.

Duele
al hombre llevar el sueño en la garganta,
el mordisco del tiempo en los talones,
el recuerdo, la culpa,
el tirón de las entrañas, el camino,
la flor que se le mustia en la sonrisa...
La cruz cuando la culpa es clavo
y negación la espina.

Duele
al hombre saber que irremediablemente
la mariposa azul
no es más que un rato de vida
entre dos vuelos.


CENTINELA

Afilada y desnuda,
centinela de siempre,
en el umbral
la angustia.

La angustia de las aguas
muriendo en la laguna,
la del eco, la piedra,
la del grano de arena
condenada al desierto,
la del barco al garete,
la del viento en los pinos,
la del silencio, el pozo,
la despedida, el miedo...

La angustia
en el umbral,
centinela de siempre,
afilada y desnuda.


POR DENTRO

Derramada
me ardía aún la lágrima por dentro:
espina líquida escarbando
la piel de la tristeza.
No quise humedecer su luz
y del costado me arranqué una rosa
(mi costado de sol)
y del vacío me inventé una torre
con música y palomas
y verdes y ventanas
(sin relojes)

Nunca supiste cuánto ardió por dentro
aquella lágrima:
espina líquida escarbando
la piel de todas las tristezas.


Y NO SABEMOS

Hay algo

(y no sabemos qué)
que nos duele por dentro,
nos hurga en cada poro,
nos hinca, nos asfixia
hasta hacérsenos lágrima
y acaba
vaciándonos la llaga
en pozo de preguntas para seguir doliendo
(y no sabemos qué)

Un algo
que acaso sí sabemos como se sabe
el grito sin voz.
Como sabemos la sal que sin aviso nos arde
en las heridas.
Como me sé y te sé porque respiro.
Como sabemos hoy
que es hoy y que mañana es pan
de hambriento.

Como sabemos
que hay algo que se nos muere adentro
y duele y duele y nos sigue doliendo...

(Y no sabemos qué)


CUENTA NUEVA

Detrás de la voz que se nos queda dentro
duerme un silencio mayor que todos los silencios.

(y hay que dejar que se quiebre la palabra
que se haga hilacha de luz
que nos corra por la sangre
haciéndose campana
a gritos de silencio)

Detrás del amor que se nos seca dentro
crece un vacío más hondo que los dedos
sin tacto de unos ojos ciegos...

(y hay que dejar que brote otra semilla
que estalle el verde
que se empine el árbol
que rompa el fruto
hasta lograr la flor y las espinas)

Detrás de cada yo que se nos muere dentro
nos duele el muerto que nos crece en vida

(y hay que enterrarlo)


Y MÁS


Para saber el grito de la piedra
hay que rasgar su piel de tiempo,
morder el polvo de su herida,
crucificarse al sol
sin Credo ni perdón, ni Padre Nuestro.
Morder
el áspero sabor de un llanto seco
que lastima la sed y en remolinos
llega a los ojos y en los ojos
de sal cristales se te vuelve.
Empinarse,
empinarse sabiendo que te escupen,
que te aplastan y quiebran las hormigas.
Hurgarse dentro
vaciar el alma, tajar el propio grito,
morir clavado al yo...
para saber el grito de la piedra.


ESTADÍSTICAS

¿De qué lado del hambre anocheció la luz?
¿Quién la vistió de escamas y coronó de espinas?
¿Quién decretó el castigo?

Le pregunté a la piedra,
al polvo, al cauce duro, a la mordida,
a la ciudad,
a sus hombres, sus duendes, sus lagartos,
a sus lodos, sus muertos, su fuego, sus cenizas...
Y confesaron todos sus culpas a latidos.

Todos menos los hombres: afanados en asentar
–cuidadosa, estadísticamente–
lo que piensan y comen y andan y desandan
las hormigas.


CIRCO

Vuelves
de todos los caminos y ajena a todos.
Vuelves
como vuelven la culpa, el mar y en el verano
–con nieve en la mirada–
las golondrinas vuelven.
Vuelves
con jirones de luna pesándote en las alas.
Sin fuerzas, pero en paz con los espejos.
Golpeada, pero abierta.
Vuelves
con tu cuerda de luz para la ausencia,
con tu red de cenizas y de escamas.
Vuelves
sabiendo que regresan contigo las hormigas,
que te conjuran
los mitos, los dientes del payaso,
la fuga, lo imposible, el miedo...
Que te conmina
el acto siempre nuevo y repetido
del trapecio.


CONCLUSIÓN

Abre las manos
a ver si escapan de una vez todos los cuervos
y te alcanza
la extraviada gota de rocío
y la brecha de sol que entre las sombras
se te quedó revuelta.

Grítales
a las cuatro esquinas del silencio a ver si al fin
oyen los sordos
y comprenden los que no saben
que están muertos.

Perdónate después
y de paso, a ver si puedes perdonar al sol
al rocío, a los sordos
y a los cuervos.


PERO NO PUEDE SER

Si tuviera el valor de ser cobarde,
de echarme atrás, volver la espalda,
poner cerrojos a las puertas
tapar rendijas
y, puesta a hacer, ser sin saberme.
Colgada a un hoy tan hueco que no asomen
aguijones de ayer y se descuelguen
de una vez todas las espadas.
Sin este empeño de empinarme al golpe,
cuajado el llanto,
y el AY quebrado entre los dientes.
Doliendo el Norte en la mirada
y el guijarro en la planta
y el hurgar de la espina en el cerebro
y el caer sin la cruz
y el levantarse a medias.
Doliendo este pecar con la oración llameante.
Doliendo la sonrisa del costado
y los hombros tan anchos y tan débiles.
(Martillo y golpe y el golpear doliendo).

Si tuviera el valor de ser cobarde
me tendería al sol, quieta, tan quieta,
que andarían por mí las lagartijas
y viento y lluvia trazarían mapas
de siglos por la piedra.


A LA MEDIDA

Me voy a hacer
un corazón a la medida.
A la medida de este siglo caduco y afiebrado
que carece de fuerzas para el grito
y al que sobran pragmáticas razones
para dejarse hundir
o arrodillarse.

Me voy a hacer
un corazón a la medida.
A la medida de este hombre de raíz espacial,
reflejos programados
y temblor de verdades y palabras
A la medida de este ejército de hombres
de baba y de fusil,
de vientre y garra,
de ayer escaso y hoy desmesurado.
A la medida de la comadreja
del avestruz, del cuervo y del lagarto.

Me voy a hacer
un corazón a la medida.
A la medida de lo inútil,
de lo pequeño
lo vacío, lo sobrado...

Y voy a hacérmelo con prisa
no sea que me quede grande.


ANDANDO

Este hacer el camino con inquietud de alma,
esta raíz hambrienta,
esta orfandad de trigo, este infinito tedio
de voces repetidas, este gritar al viento
y en el viento romperse sin desatar los hilos.

Esta inquietud de alma
para hacer el camino y en el camino el sueño
y en el sueño el milagro
de la raíz, del surco, del sol y de la espiga.

Este encontrarse a medias,
a medias asombrarse y comenzar de nuevo
con el mustio cansancio de caracolas secas,
de máscaras, disfraces, relojes atareados...

Y andar, seguir andando.


COMPAÑERA

Soledad,
compañera que vienes
a reafirmar mi aliento,
a ser yo misma,
acaso
más yo sin pedir cuentas.

Soledad,
(zurcidora de ríspidos asuetos)
si no encuentras ni voz
ni música
en el insomnio medular del tiempo,
desconoce el vacío, abrázame
y convoquemos juntas a los duendes
del canto y la palabra.

Soledad,
compañera de siempre,
espejo y laberinto del poeta.


SONETO DESOLADO

Vino
rozándome el silencio.
Vino
fatigada de soles, harapienta,
las manos grandes, la raíz sedienta,
amansados los ojos del camino.
Vino
de noche, desde el miedo.
Vino
como el hambre del pobre: macilenta.
Como la espina
que al hincar se asienta,
como el naipe marcado del destino.

No extrañé su llegada. Fue andamiaje,
velamen, geografía para el viaje.
Fue la voz
que ensordece de tan muda.
La recibió el umbral de mi sonrisa
y sin quejas,
sin ruidos y sin prisa
se me abrazó la soledad desnuda.


LEVITACIÓN

Todo se pone en pie para caer mejor

Octavio Paz


DE PIE

Si estoy de pie
es porque me levanto,
porque me empino
más allá de mi asombro y mi estatura,
porque no aliento cicatrices
ni fantasmas, ni pasado

Si estoy de pie
es porque sigo andando,
porque me llama el viento
y me llaman la luz y los relámpagos.
Porque cantan los pájaros
(todavía)
y los niños sueñan
(todavía)

Porque no preciso razones
ni respuestas.
Porque tomo mi cruz sin intercambios.


INVENTARIO

Los fui perdiendo uno a uno,
a mordidas, zarpazos,
silencios, caricias
y palabras.
Los fui perdiendo uno a uno,
sin saberlo.
Como se pierde el mágico regalo
de asombrarse,
como se pierde la sonrisa,
el manantial, la cinta azul,
el miedo
y las lágrimas.

Los fui perdiendo uno a uno...

Mis pedazos, mis jirones,
esperando el impreciso instante
de caer, uno a uno, en su sitio,
apaciguar sus filos,
adormecer sus llagas
e inventarme otra vez
al encontrarse.


LÁZARO

Tenía la ansiedad del viento
que aúlla sobre un mar agigantado,
y la inquietud del miedo
(el miedo tuyo y mío y el de todos)
Tenía la orfandad sin nombre
que no puede gritar porque ya es grito,
que no puede llorar
porque ya es lágrima.
Tenía
por los ojos milenios desvelados,
arenas en la risa
y en los dedos
estrellas y plumones.
Tenía
larga espera en los labios
y en las plantas raíces trepadoras.
Un día le dijeron:
“levántate”.

Yo sé que sigue andando.


PREGUNTAS

¿La lágrima?
Se volvió sal surcándome la risa.
¿La angustia?
En la esquina de luz, donde no duele.
¿Rencor?
No quise ser el pan de su mordida.

Angustia, lágrima, rencor...
¿Por qué no me preguntas por el rezo,
por la fe y el perdón,
por la ternura,
por la savia del árbol que se empina,
por el pájaro suelto, la brisa en la montaña,
el manantial, la estrella,
el horizonte?

¿Por qué no me preguntas por la esquiva
palabra mariposa del poeta?


ACEPTACION

En tu piedra de luz
yo me desnudo, me entrego, me redimo
de culpas primigenias
y de sombras.

En tus aguas de luz
echo mis redes, la sal de mis olvidos
y el asombro fugaz
de mis escamas.

En tus hombros de luz
dejo mi carga, mis trofeos,
banderas,
premuras, cicatrices
y palabras.

En tu puerto de luz
quemo mis naves.


ENREDADERA

Reconocí tu voz sin conocer tu nombre
ni tu piel ni tus ojos.
Nada,
nada anució lo breve de tu paso,
la semilla despierta,
los hilos, las espinas...
Nada.
Ni siquiera mi asombro de luz
amanecida.

Ya venía tu aliento rociando mis jardines,
inquietando crisálidas tu palpitar
de vuelo.
No adiviné tus alas.

Sólo tu voz de hiedra
reconoció mi savia sin conocer tu nombre
ni tu piel ni tus ojos.
Sólo tu voz prepando
por mi esperanza nueva.


PROMESA

Hay
un rincón de sombras sin distancias,
gendarme del silencio,
carcelero de soles prometidos.
Hay
un rincón de sombras de la mano del miedo,
de espaldas a la voz y a los latidos.
Agazapado
detrás de las sonrisas y del vuelo.
Hay
un rincón de sombras deambulando
de esquina a esquina
como un perro,
Hay
un rincón de sombras sin barreras,
alarido inconcluso,
centinela...

(Hay un punto de luz
esperando el milagro de un espejo)


INTENTO

Hoy me he subido a la esperanza
con un río de amor en cada mano
y la luz que no es mía
en la ventana.

Sólo falta el lugar, la fecha,
alguien que tome nota para nunca
y el nombre que dejé olvidado
cuando salí con prisa
para alcanzar de un salto
la esperanza.


GRATITUD

Gracias por la luz que sé
aunque no esté en mis ojos.
Por la voz y el silencio,
por el vuelo y el tañer
de las campanas
por la piedra y la flor,
por la raíz que me sustenta
y los sueños que nacen
y mueren cada día.
Por el regalo de la vida
y la sabia promesa
de la muerte.


RENACER

Era el momento de la evasión,
del quién sabe, del luego, del quizás.
Cuando se siente el mar,
se oye el silencio
y la raíz se vuelve mariposa.

Era el momento
de saber de la flor sólo el perfume,
de adormecer el miedo,
asirse al alba, cabalgar la brisa
y perderse en la línea vertical
que no sabemos.

Era el momento
de anclar la palabra, abrazarse a la fuga
y ser, por una vez, lo nunca sido.


HASTA ENTONCES

Búscame
cuando puedas hablarme
del color de la pena en la ventana.
Cuando te sepas
surco con hambre de raíz
y simiente y palpitar de vida.

Búscame
cuando te nazca un sol en la mirada,
cuando te sobren brújula y maletas,
cuando te duela serte,
dialogues con tus manos y creas
y confíes y comprendas.


SALUDO

Vienes
despacio, Señora de las Sombras,
saboreando cada huella,
cada pétalo vencido,
cada ventana.

Vienes
de puntillas, de espaldas a la luz,
para habitar la esquina del silencio.
No me asusta
ni el mensaje de tu sonrisa pálida
ni la insomne verdad de tu pupila.

Te invito
a ser mi huésped,
también señora del oscuro rincón
donde pospongo las voces de mis ecos,
pero ¡ni un paso más!
Ajena, extraña, inútil serás
para mi vuelo.

Vienes,
te saluda mi fe.
(No detendrá tu mano mis relojes)


MONÓLOGO

Hoy sé que vivo
porque tengo las sonrisas todas del mundo
en mi ventana.
Porque canta un pájaro de tiempo no importa donde,
porque en la mirada azul de cada niño
hay el brillo en los ojos de la niña que fui
ya no sé cuando.

Atravieso el umbral de todas las angustias
para soltar al viento mis palomas,
y es canto el viento y es el canto, nido
y es torre el nido y es la torre, espejo.

Inmóvil,
desde adentro, descubro las cansadas rutas
de mares y galaxias, crepúsculos, tormentas,
ideas y palabras.
Me trenzo
por la espiral de todas las tristezas
y las tristezas todas se me vuelven
hilo de seda azul.
Azul como la flor que me creció de pronto
para hacerme vivir y traspasar umbrales
y descubrir las viejas y cansadas rutas
nacidas a mi paso.


YA VES

No es igual, no.
Ni el mar ni tú ni yo, ni nada.
Pero dibuja el sol hilos de luz
en los cristales del alma
y hay un niño dormido,
un puñado de sal, un reloj,
un surco, una semilla.

No es igual, no.
Pero galopa el potro del recuerdo,
y el horizonte en llamas
inquieta las cenizas
de tanto incendio ahogado.

No es igual, no.
Ni el mar, ni tú, ni yo… Y sin embargo,
ya ves: un ayer, un quizás, un hoy,
un todavía.
Un zumbido de acasos desperezando el tedio…
Y la espiga que nace,
Y la raíz que muere.


SONETO ILUMINADO

Todo el canto
del mudo se deshizo
por mi izquierda de luz y mariposas,
todo un verde indefenso
entre las cosas
hurgándome el recuerdo quebradizo.
Un gris
de angustia y de condena
quiso
rociarme con sus aguas salitrosas,
una lanza, un colmillo
unas filosas
aristas desgarrando sin aviso.

Pero un coro
de brisas y campanas
gritó su voz de luz en mis ventanas
hambrientas de encendidos arreboles,
y mi raíz
de levadura altiva
creció aferrándose a la llama viva
llenándome el jardín
de girasoles.


PALABRAS

Yo dejo mi palabra en el aire para que todos la vean, la palpen,
la extrujen o la expriman.

Dulce María Loynaz


I

Después del alba
te seguirán mis huellas
(no podrás encontrarme entre las sombras)

Después del alba,
cuando es niña la luz y transparente
la túnica del tiempo.
Cuando el camino es pájaro
y pájaro el alero.
Cuando se quiebra
el silencio azul de la palabra.
(no escucharás mi voz en la penumbra)

Después del alba
te alcanzará mi risa,
mi asombro rescatado,
la piel de mi ternura
y el yo que nunca he sido.
(la noche está en acecho todavía)

Después del alba
te llegará lo eterno de mi fuga.


II

Acércate,
es cierto que no hay rosas y que el viento
no cabalga sin riendas por los pinos.
¡Qué importa!
Así es más quieto el patio y en tus manos
no dejarán mi nombre las espinas.

Acércate,
es cierto que la fuente está en resposo
y desnudo el alero de sus nidos,
que no hay verde en el árbol, que anochece.
¡Qué importa!
A una palabra cantará la fuente,
con el estío volverán los pájaros
y es honda la raíz y es recio el tronco.

Acércate,
es más blanca la luz entre las sombras
y es noche só lo un rato.


III

Al hambre le nacieron dos rosas y dos besos
para ser menos hambre.
Nunca fue el pan extraño menos áspero
ni la mano extendida más risueña
ni de vuelo tan alto el pie descalzo.
Hilaba,
hilaba el tiempo y en los hilos
se enredaron las ruedas,
el acaso y los dientes cansados de palabras.
Se enredaba todo el soñar del mundo desgajado.

Al hambre
le nacieron dos rosas y dos besos
(recuerdo que decía)
para ser menos hambre.


IV

Dime
que no te asustan las banderas
ni el sabor de la sangre en la sonrisa.
Dime
que vas abriendo caminos por el lodo,
que siembras jazmineros en la sombra,
que busca orillas tu corazón de río despeñado.
Dime
que está de vuelta del olvido
con el perdón clavado en la montaña.
Que estás de pie, de frente, atado al viento,
pequeño a Dios...

Dime
que estás contigo.


V

El viento entre las hierbas,
verdeándose de lluvia lo hollado del camino,
los ojos de las piedras.
Y más allá del viento, trenzándose a la lluvia,
debajo de las piedras,
las palabras golpeando. Martillo las palabras
golpéandome por dentro.

Y no me asustan.
Yo sé que no hay fantasmas
ni lóbregas esquinas
ni espacio para el miedo.
Yo sé que escapan ávidas de ser
lo que no han sido,
que se cruzan, se enlazan, se empinan y golpean.
Martillos las palabras
golpéndome, golpéndome...
(Tiene cristales rotos la jaula del silencio)


VI

Amigo,
volveremos a hablarnos cuando el viento
destrence los repúsculos.
Cuando la luz se quiebre en mis cristales,
cuando sea el silencio más silencio.

Amigo,
tu pájaro de luz anda de viaje
sin precisar de rutas o de nidos,
su plumaje es de nube y en su vuelo
–de vertical azul, hilo de asombro–
deshace el nudo, atraviesa el círculo
y escapa dócil
más allá de trincheras y cansancios.

Amigo,
volveremos a hablarnos cuando el tiempo
desconozca relojes y caminos.
Cuando encontremos la palabra aquella
–la precisa, la exacta–
que se fugó del verso silenciado.
La que te espera allí,
donde te has ido.
La que me espera allá, donde sin prisas
volveremos a hablarnos.


CREPITACIONES

Y nadie se despide de sí mismo.

Jorge Guillén


DESHABITADA

No sé por qué
me asalta el afilado deseo

(quiero irme a casa)
de irme a casa,
a mi casa.
Pero
olvidé el camino,
o quizá no exista ya el camino
y aquí, hoy, ahora
(quiero irme a casa)
entre mis gentes,
mis cosas, mis libros,
me angustia este afilado deseo
(quiero irme a casa)
de irme a casa,
a mi casa.


CARACOLA

Por la orilla de sombra repta el miedo
y a un peldaño de luz,
ausente y desasida a mi presencia
me lastimas, caracola-recuerdo.

¡Cómo golpea la lluvia
el tambor afinado de la noche!
¡Cómo en la lluvia vuelcas
tu música de sal,
caracola-recuerdo!

Lluvia larga de tiempo por el tiempo...
Con ella iré,
con todo lo que fluye y lo que canta,
a la orilla de sombras
donde tendida –a un peldaño de luz–
te vacías, caracola-recuerdo.


PENSANDOTE

Quebrándose en la noche el filo de la angustia
y sola yo pensándote

(aguijón del recuerdo)

y sola yo contigo desdibujando huellas
inventando caminos y palabras
(al rojo vivo el hierro)

Quebrándose en la noche el filo de mí misma
desde mi yo distante
(renacida en el tiempo)

y mi yo centinela de pie frente a mi sombra
y mi sombra conmigo
(en espiral el miedo)

quebrándose en la noche
(sin el perfil de un luego)


MARCADA

Hoy tengo
el corazón de pie para quererte
y los brazos en cruz hasta tu abrazo.
No importa que me fijen los papeles
un nombre enmascarado
y números en fila por la frente.

Lo que importa es la voz que llevo dentro,
tu caricia de mar,
tu beso isleño,
tus manos cariciosas por mi siempre.

Lo que importa es tu sangre por mi sangre
y este amor que se arrastra hasta
tu orilla
y se clava y se empina para serte.

(Lo que importa es llevarte
como un grito de sol fijo en el tiempo)


ME OLVIDE

Te busqué
en las voces de la fuente
y me abrazó el silencio.
Te busqué
en la luz de la montaña
y me abrazó el abismo.
Te busqué
en el viento y en el río
y me abrazó la piedra...

Me olvidé de buscarte
en el recuerdo.


DESTIERRO

El viento tiene hoy
un perfume de ausencias,
un olor a resaca, a pino, a jazminero,
a fruta, a nido, a huellas...

(el viento es hoy infancia)

El viento sigue el rumbo
del ayer como un barco
que zarpa cada día por un mismo paisaje.
El viento va trenzando los hilos
del recuerdo...

(el viento es hoy saudade)

El viento tiene hoy
la voz de los caminos,
la voz del tiempo largo que se abraza
a las piedras,
la voz de los insomnios...

(el viento es hoy poeta)

El viento tiene cuatro brazos en cruz...

(el viento es hoy destierro)


DEL VIAJE

Tenía
los ojos tristes como el hambre
y las mano cansadas y vacías.
La luz de cada amanecer fija en la frente
y a la espaldas,
clavándole sin tregua los ijares,
desgajada, la noche.

El Norte
cuadrándole los pasos.
El Sur, perdido, ajeno
o quien sabe por qué jauría desgarrado.
Con sólo sus tres puntos cardinales
por la orilla del tiempo,
destrenzada...

(Y en su vuelo de luz cruzó la mariposa
recordándole la brevedad
del viaje)


ISLEÑA

No te extrañe el calor de mi presencia:
Soy de ceniza ardida
y derramada
Me corren por la piel todos los ríos
y las mareas todas
y todos los relámpagos.
El calor que me anida es de la tierrra
que duerme con el sol todos los días
y que todos los días
se levanta.

El calor que me abrasa es de simiente,
de surco hambriento, de luz,
de sementera.
Calor isleño que no cesa nunca,
que nunca escapa ni se entibia nunca.
El calor que me alienta irá conmigo
más allá de mi losa y de mi puerta.

No te extrañe el calor de mi presencia:
soy de ceniza ardida
y derramada.


ISLAS

Isla
de madrugadas rotas
y eslabones abiertos,
de verdades amargas y mentiras
despiertas.
Isla
crucificada al tiempo.
¿Cómo arrancar la espina
que me crece de ti
y adormecer la queja que deagarra
como felino hambriento?
Isla,
un solitario grito se te escapa
y va doliéndome prendido
a la voz que no encuentra la palabra
para decir tu voz:
la sola y única
arrancada a tu estirpe.
Lanza
afilada de miedo
de impotencia y de lágrimas.

Isla,
islayer, islasiempre,
ISLAYO.



© 2014 Amelia del Castillo
Diseño de Ernesto Martín